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Diario de un Pesimista

Bitacora Día Siete

Bitacora Día Siete Sé que ya no suelo escribir, al menos, no como antes. Es extraño como las palabras vienen y van de una forma tan infiel a uno. Cuando las quieres o necesitas nunca sabes si van a estar ahí, prefieren otras bocas; las entiendo, yo mismo lo hago innumerables veces, pero no soy como ellas… estoy avocado a seguir aquí, constante, perpetuo en mi prisión, en mi mente, sin poder ir más lejos. Mis actos no son una forma de escaparme de mí, sólo lo que queda detrás.

No me debo a ensoñaciones, me gustaría, pero no puedo. Sufro; sufro, y a la vez soy feliz. No por la causa que me provoca el dolor, feliz de sentirme vivo, feliz de saber que aún quedan partes de mí que están por romper. Otras en cambio se han roto ya… he ahí el sufrimiento. Tan simple y tan complejo. Me digo a mi mismo, “Ojalá el tiempo trascurriese al revés”, que ironía, conoceríamos primero el abandono, la soledad para con el tiempo discutir y amar con locura hasta los primeros momentos en los que empieza la relación con toda su pasión y su universo por descubrir.

Tengo tanto que envidiar. Tengo tanto por lo que odiarme.

Una vez escuché que los mejores libros son aquellos que son viajes, no en el sentido físico de la palabra, sino en la evolución del ser. No sé cuando comenzó el mío, quizás desde que vi una ventana desde mi cuna, mi primer recuerdo, fue cuando empezó todo. Lo que sí que es imposible es saber cuando va a terminar. Sé lo que he visto, sé lo que he vivido. Ahora que miro atrás me doy cuenta que por mucho que sufra, dejé olvidadas las últimas páginas de mi historia, mea culpa, sólo por haber querido leer el final cuando no debía

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