Luna Roja

Noche tras noche Thomas Sopz cruzaba el umbral de esa puerta para recordar, para enfrentarse a ello sin poder encontrar una respuesta. No podía huir, dejarlo casi lo mató. Sin duda esto era mucho mejor, al menos así podía dormir, a veces.
Y allí, como cada noche seguía la lluvia. La calle estaba seca, soplaba una fría brisa de madrugada y las hojas secas del otoño eran arrastradas calle abajo. Las gotas brotaban del atenazada alma de Thomas, y recorrían senderos donde un día hubo recuerdos, ahora sólo eran surcos en su ser dejados por el dolor. Esas gotas no mojan al mundo, lo hacen por dentro y se llevan lo mejor de nosotros con ellas. A veces las llaman lágrimas.
Una caja en su mano. Metió los recuerdos y la dejo en un rincón junto a las demás.
- Excepcional me dijiste - susurró -Lo malo de ser un tipo excepcional es que no hay formulas que sirvan para abandonar el dolor. Morimos de él.
Cerró la puerta, bajó las escaleras y salio a la calle. Fuera una gran luna roja coronaba la noche, en el suelo, debajo de los pies de Thomas Sopz, más lágrimas cayeron de su alma.
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