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Diario de un Pesimista

Morir

Morir Nunca antes se me había antojado el deseo de separar mi conciencia, mi mente, sentimientos y dolor de la vida. La vida, cuantas veces se proclama como el rio por el cual fluye la felicidad, en mi caso es un aspero alambre cuya duracción se acorta por la herrumbre de la pena y la perdida de la esperanza. Siento deseos de estrangularlo yo mismo, de un golpe seco, acabar así con la agonia de ver como mi mundo cada vez pierde más piezas que lo hagan tener sentido, o, por qué no, ganas de seguir en él. Vivo por el hecho de estar unido a un cuerpo, uno que alimenta mi psique, mi alma, y esta dice basta. No hayo paz en sueños plagados de pesadillas. No lo hago en un mundo en el cual ya nada tiene interés.
Sigo vivo, porque aún queda un poco de alambre.

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